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SIDA

La pandemia del SIDA

La pandemia del SIDA

                        La situación en África es más que dramática, vivimos tiempos desconcertantes como dice el teólogo africano Benezet: “África se convirtió en el deposito del  virus del SIDA. A pesar de ser un continente olvidado en materia económica y en las grandes cuestiones que mueven los destinos de la Humanidad, es celebre en sus grandes desgracias. Ante esta desgracia el continente está indefenso.  La Iglesia en África lucha en vano para ayudar a la población a salir de esta situación catastrófica en la que está sometida.”.Realmente, todo el Continente está indefenso, Mozambique está indefenso ante esta catástrofe humanitaria sin límites, posiblemente la mayor catástrofe de la historia de la humanidad. Es difícil conocer los datos reales en concreto en Mozambique.  En Noviembre de 2004, ya hace 2 años se afirmaba que la esperanza de vida había disminuido de los 46,4 para os 38,1 años de vida debido al SIDA e se estimaba que en el 2010 todavía bajará para... 35,9 años.  El número de infectados  continua aumentando. Se dice que sólo estamos viendo las orejas del hipopótamo o los ojos del cocodrilo. Pero hoy no estoy aquí para traeros números y porcentajes, todos somos conscientes que la situación es trágica y que las estadísticas están alcanzando cifras escalofriantes.  Detrás de las frías estadísticas, todos lo sentimos, hay seres humanos, personas de carne y hueso cuyas vidas han sido rotas sin esperanza de poder continuar viviendo. Es por eso que hoy traigo delante de vosotros rostros y nombres concretos: João, Cecília, Alberto, Maria... así hasta llegar a los 7000 pacientes que acompañamos en el hospital donde trabajo. Pero no solo también quiero hacer presente a tantos otros que no tienen la oportunidad de presentarle a nadie su problema pues les es negada a voz.       

Muchos de nuestros hermanos enfermos, en todo Mozambique no tienen dinero, ni trabajo, ni estudio, ni títulos, ni conciencia de su dignidad. No tienen voz ni saben como hacerse oír. Ni siquiera tienen belleza física, al contrario, muchos no tienen ni apariencia humana.  Como se dice del Siervo Sufridor: “Su aspecto no era atractivo como alguien a quien no se quiere mirar” Muchos de nuestros hermanos están siendo rechazados y despreciados..Lo que es peor, son estimados en nada, no interesan, no existen. Para el mundo es como si estuviesen muertos.

Pero nuestros hermanos enfermos tienen una condición personal única e irrepetible. Tienen alma y tienen fe y gozan de la mayor dignidad a los ojos de Dios pues son sus predilectos. Pero para descubrir esta riqueza necesitamos de un encuentro no sólo informativo sino afectivo. Poner rostros y nombres, entrar en el mundo de las relaciones, de la gratuidad y de la reciprocidad. A partir de aquí todo cambia radicalmente, podemos decir que hay un antes y un después del encuentro. Pasamos no sólo a implicarnos sino a complicarnos y bien que nos complicamos la vida ya que nos hacemos responsables de lo que ahora conocemos. Creo firmemente que este encuentro personal es indispensable. Ya no es necesario dedicarse a la salud para encontrarnos con enfermos de SIDA, son nuestros profesores, nuestros vecinos, nuestros familiares, nuestros parroquianos… Yo personalmente me siento privilegiada y hablo desde lo más profundo de mi corazón por el lugar que me ha tocado en esta lucha: acompañar de cerca y compartir con nuestro pueblo mucho dolor pero también mucha esperanza y mucha VIDA.           

No tenemos otro camino, no existen atajos, como amar aquello que no conocemos?. Si no vivimos esta experiencia del encuentro personal, esta lucha contra el SIDA no nos va a cautivar el corazón, no nos va a apasionar. Y sólo lo que nos cautiva el corazón es lo que hace movernos para buscar soluciones. Hoy más que nunca se pide de nosotros que no perdamos la esperanza, una esperanza contra todas las apariencias, contra todos los pronósticos, contra todas las probabilidades, una esperanza en el Dios que resucita a los muertos. Pues la fuerza con que se impone esta situación no llega a oscurecer los signos de esperanza. Cada día somos testigos de verdaderos milagros, milagros de esperanza que nos dan la fuerza para no desanimar. Son los milagros de la resistencia humana, de la solidaridad, del trabajo en equipo y todo esto nos ayuda a creer que es posible transformar la realidad aun en las peores circunstancias. Querido amigos, vamos a apostar por la vida de aquellos que para el mundo ya están muertos, como Jesús que les trajo un nuevo impulso, restituyó su dignidad y les dio la certeza de tener una dignidad indestructible a los ojos de Dios. Escuchar el dolor de nuestros hermanos, compartir sus esperanzas, comunicarles que existen sueños que merecen ser soñados y realidades que deben ser transformadas.   El futuro de Mozambique está en peligro, la lucha sólo está comenzando, cómo vamos a vacilar precisamente en el momento más decisivo? Como dice Deuteronomio 20,3: “Escucha Israel, ahora que estáis a punto de comenzar el combate, que vuestro corazón no falle, no tengáis miedo ni angustia      

Aquellos que creemos en la utopía Cristiana y en la fuerza transformadora del amor, estamos convencidos desde lo mas  profundo de nuestro ser que la muerte no tienen la última palabra y que Dios va a escuchar el grito de su pueblo.        

R.G.