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Así viví yo el paso del huracán Fabio

Así viví yo el paso del huracán Fabio

   

En pocas palabras quiero dar mi testimonio y compartir lo que oímos, vimos e sentimos. 

Como sabéis estamos en a provincia de Inhambane a 360 Km. de la capital provincial, en la villa de Inhassoro que queda situada a orillas del mar en el norte de la Provincia. Su clima es cálido e húmedo, con frecuencia soplan los vientos del norte e sur denominado por las personas del pueblo de “mal tiempo”. Desde el año 2002 esta zona fue clasificada como ciclónica. De esa vez, el aviso fue dado 15 días antes. Toda la población fue avisada de que habría un huracán muy fuerte de categoría 4, denominado Fabio. Unos lo creyeron y otros dudaron porque el año pasado también se dio el aviso de huracán y después no hubo, porque según los meteorologistas se transformó en “tormenta tropical”.

Esta vez fue muy diferente, verdadero e extraño. Fue extraño porque faltando dos días, asistimos en la villa a un movimiento de salida de todos los turistas de la zona y de todos los extranjeros. La empresa que está a explotar el gas, y los que están buscando petróleo, abandonaron el trabajo y salieron para lugares más seguros, para la capital del país,  Maputo y otros países vecinos. 

En la parroquia en la que estamos insertas, se preparaba la ceremonia de la primera piedra de la nueva Iglesia, porque en esta zona solo existen capillas construidas con material local. Todo estaba preparado. Las invitaciones enviadas, las “capulanas” y las camisetas ya para vestir en la ceremonia programada. En las invitaciones estaban incluidos los Obispos de la diócesis de Italia de donde procede el párroco y el de la Diócesis de Inhambane. D. Adriano, a la cual pertenecemos.  La verdad es que el huracán comenzó a sentirse a partir del día 21 de Febrero sobre las 22:00H pero aumentó su fuerza a partir del día 22 de Febrero desde las 10:00H hasta las 14:00H. A partir de esta hora disminuyó el viento por espacio de 30m minutos, pasados los cuales,  el vendaval y la lluvia recomenzaron con una violencia mayor hasta las 17:00H. Fue un tiempo largo y difícil de vivir. El fuerte viento venía acompañado de lluvia y relámpagos. 

              Durante el paso del huracán nosotras, las cuatro hermanas que conformamos la comunidad y cuatro jóvenes aspirantes, que comparten su vida con nosotras, estábamos dentro de casa con las puertas y las ventanas cerradas, tal como se había recomendado en la alerta roja. Al principio caminábamos por toda la casa para observar el espectáculo de fuera. El panorama no era  claro porque el viento arrastraba basura e polvo que impedían una buena visión. El primer  daño que vimos fue el corte de los hilos del teléfono e de la electricidad que aparecían por el suelo. Después observamos que en la casa de nuestra vecina, las chapas que  cubrían el tejado estaban todas levantadas y ella con sus hijos – arriesgando la vida para salvar la vida – llenaban sacos de arena que  colocaban sobre el tejado. Una escena triste y  penosa. A seguir fue la tapa del tanque de agua  de nuestra casa que alternadamente se abría y se cerraba, pasados algunos breves minutos ya no se encontraba el tanque ni la torre sobre la que estaba colocado. De esta manera presenciamos muchas cosas que caían y desaparecían.     

                                Pasado algún tiempo, se corto toda la comunicación y la energía eléctrica, ya no conseguíamos movernos mucho, no por la falta de espacio, sino porque en nuestras rodillas ya no teníamos fuerza, los oídos nos dolían y el miedo comenzó a dominarnos. Pensamos dividirnos para que cada una pudiese estar por debajo de un aro de alguna de las puestas buscando mayor seguridad. probamos, pero deprisa, regresamos al mismo lugar, buscando la protección de unas para las otras. La casa se movía toda.  Una de las hermanas descubrió que en la capilla había un techo de cemento en una esquina. Todas nos apretamos en ese lugar porque no cabíamos de otra forma. Nos quedamos abrazadas y cada una procuraba proteger la cabeza. Como la situación empeoraba cada vez  más, las jóvenes comenzaron a llorara y como se cansaban de estar de pié, se quisieron sentar pero como ocupaban mucho espacio, buscaron un taburete estrecho donde se podían sentar “por turnos” y así descansar un poco de la tensión que sentíamos en las piernas y en todo el cuerpo. De los ojos de algunas corrían las lágrimas en silencio, pero ninguna preguntaba a la otra el motivo porque todo estaba claro... era el Fabio!.

En medio de un suspiro alguien dijo:”El huracán acertó en la hora de llegar, después del almuerzo, porque así podemos tener fuerzas para aguantar”. El humor es la última cosa que muere!  

Pero inmediatamente aparecía aquella fuerza imparable del viento que nos dominaba. Comenzamos a rezar, pero algunas no respondían porque no conseguían articular palabra, pero cuando sopló con más violencia, todas decidimos rezar con voz fuerte, cantamos la Salve y aunque las voces temblaban, incluso así llegamos hasta el final.            

Pasadas casi 5 horas de mantenernos abrazadas, el viento disminuyó. Entonces salimos de casa y nos separamos para ver que es lo que había pasado a nuestra alrededor. Al final la casa había perdido las chapas de  su cobertura, las piezas del techo falso, unas caídas y otras colgadas con los soportes metálicos todos torcidos, otras completamente colgadas porque estaban mojadas por la lluvia, y finalmente fuimos avisados por los vecinos que el tanque de agua de 3.000 litros, había volado para una distancia de 500 metros atravesando la calle. Ellos lo habían visto volar y nos indicaron la dirección en la que se encontraba. Fue con bastante esfuerzo que todas juntas conseguimos empujarlo para casa. Cuando salimos a la calle encontramos a las personas a llorar por las grandes pérdidas de sus casas y haberes, de sus árboles de fruto, de sus cocoteros y de todos los otros que habían sido arrancados de raíz. Impresionaba mucho el paisaje, parecía que alguien los hubiese querido asesinar.     

Llegamos a la misión donde está la residencia del misionero, vimos todo descubierto y el padre con sus huéspedes mojados y sin espacio para sentarse. Sentimos una profunda tristeza al contemplar tanta destrucción, la residencia, las escuelas, el hospital, las pocas tiendas que existen y las casas más sencillas, toda la riqueza de nuestro pueblo  completamente destruida! Era una desolación completa. 

                                                                                                                                                                                                  Por haber sucedido durante el día y por el aviso dado de que  se cerrasen las escuelas y no se fuese al trabajo, no hubo que lamentar muchas víctimas humanas en la villa de Inhassoro. Solamente hubo dos muertes. Un niño que estaba durmiendo y quedó  aplastado cuando se derribó una de las pareces de la casa, e otra persona adulta, que viendo su casa caer se refugió en una capilla vecina, que le cayó encima quedando enterrado debajo de ella.                                        

Pero el pueblo está habituado al sufrimiento. Tiene que luchar diariamente para vencer las dificultades de la vida, por eso no se deja vencer fácilmente. Al día siguiente al huracán, todas las familias tomaron sus instrumentos de trabajo para comenzar la limpieza y la reconstrucción de sus casas, tiendas, puestos del mercado, almacenes. Por todas partes se oía el ruido de los martillos a recomponer las chapas de la cobertura de las casas o el hacha para cortar los árboles caídos.  En la misión, los cristianos espontáneamente se juntaron con sus instrumentos para retirar los escombros y comenzar la limpieza del espacio en frente de la Capilla. El tiempo no favorecía mucho porque la lluvia continuaba y el viento volvió a asustarnos por su intensidad, incluso nos llegó la falsa noticia de que otro huracán se estaba formando en la Isla de Madagascar. Gracias a  Dios se deshizo antes... Ya teníamos suficiente con “nuestro Fabio”!         

Hermanas y amigos, ya todo pasó. Mucho más podría compartir sobre el sufrimiento del pueblo, de su lucha para reconstruir sus sencillas casas que llevará su tiempo, porque no les va a ser fácil  comprar nuevamente las chapas, los clavos, las estacas, la puerta. Ahora nos queda a todos la tarea de la reconstrucción.Nosotras nos sentimos bienaventuradas porque el mismo sábado, día de nuestra M. Fundadora vino a visitarnos la Hna. Teresa de Maputo, después la Hna. Inocencia que estaba en Quelimane y las Hnas. Fátima y Regina de la comunidad de Mahotas, pocos días más tarde.

Nos hemos sentido muy animadas por todas vosotras, por los gestos de solidaridad que nos hiciste llegar y  por la oración que experimentamos como fuerza que nos ayuda a superar y dar sentido a este acontecimiento.

Gracias a todas las hermanas de la Vicaría, de la Provincia, de la Casa General, Gracias por vuestra presencia amiga y fraterna.Como decía M. Fundadora “El sufrir pasa pero el haber sufrido no pasará jamás”. Este fue un acontecimiento en el que sentimos de una forma especial como Dios está presente en nuestra vida.Gracias a todas!

A. A